Hoy te quiero contar una anécdota, una de tantas que viví en mi viaje nómada.
El 90% de anécdotas que guardo en mi memoria son hermosas, inspiracionales. La que te voy a contar hoy pertenece a ese 10% que preferiría no volver a vivir.
3 de Diciembre de 2019.
21:00h de la noche.
Estación de tren de San Francisco.
Me disponía a salir de California para cruzar a México, esa noche iba a tomar un bus hasta la frontera (San Diego). Llegué una hora antes a la parada de autobuses, así que decidí sentarme un rato en la estación de tren que había a 5 minutos mientras me comía un bocadillo caliente.
Me acerqué a un hombre, de unos 40 años, que estaba sentado en el suelo afuera de la estación, a ofrecerle un poco de comida. Aún me faltaba una hora para tomar el FlixBus y pensé que, ese acto, podía ser la excusa perfecta para iniciar una conversación y saber de su Vida y qué le había llevado a estar ahí (esto es algo que hacía regularmente en España, invitar a desayunar a personas sin techo y charlar de la Vida).
Él recibió la comida con sus dos manos y, con cara de emoción, me invitó a dar un paseo mientras cenaba. Yo acepté encantada, le dije que en una hora tomaba un bus y, que hasta entonces, estaba libre.
En cuanto se levantó, me invitó a caminar en una dirección y, una vez en marcha, me preguntó: (la conversación fue en inglés, está traducida)
- ¿A dónde vas? ¿Qué haces por aquí?
- Estoy viajando -le dije. Voy hacia San Diego.
- Ah! Qué bien! Y, ¿qué vas a hacer en San Diego?
- Estaré un par de días y cruzaré la frontera a México, para volar después a Perú.
- Qué interesante! Y, ¿conoces gente aquí? o ¿estás sola?
- Oh, sí! Un montón! Todos mis amigos están aquí! (me pareció extraña esa pregunta, así que, just in case, me salvé el culo)
Él se apresuraba a andar cada vez más rápido, mientras seguía preguntando:
- Ah! Y qué móvil tienes? Tienes Android? Tienes Iphone?
“Uuuuhhhh” -pensé. “Me quiere robar, ¿y si también me quiere violar? No pude evitar pensarlo. Tengo que irme de ahí YA.”
Justo estábamos cruzando un semáforo que se alejaba de la estación, de la luz, de la gente.
- Un android… -contesté, para que pareciera que todo seguía naturalmente normal.
Él puso cara de “es un android de mierda, eh”.
No me dejó acabar de hablar cuando ya me estaba lanzando la siguiente pregunta:
- ¿Tienes la localización del móvil activa? ¿Quién sabe que estás aquí?
Nos acercábamos a la nada, y nos alejábamos de todo.
Estábamos llegando al otro lado del gran paso de cebra, el semáforo empezó a parpadear… En unos segundos se pondría rojo y ya no podría volver atrás, al menos hasta después de unos minutos, y unos minutos ahí los sentía de Vida o Muerte.
Alcé el índice y le dije, sin pensar ya mucho qué tan natural se veía:
- Ah! Un momento! Necesito ir al baño!
Y sin más, me di vuelta, y empecé a correr en la dirección opuesta, hacia la estación.
Llegué. Una vez ahí, respiré.
Había luz, gente, movimiento,… ahí me sentía segura.
Pero el autobús que tenía que tomar estaba a 5 minutos andando de la estación.
C I N C O M I N U T O S!
A L A I N T E M P E R I E!
S O L A!
C O N E S E H O M B R E S U E L T O!
Decidí ir a pedir ayuda a un trabajador que se encargaba de escanear el código de todo aquel que llegaba dispuesto a tomar su tren.
- Hablas español? -le pregunté.
- Sí!
- Genial, porque estoy un poco nerviosa. Es que un hombre ha empezado a… (estuve 10 minutos explicándole con detalle para que entendiera que no era mi paranoia).
- Tranquila, tu autobús está aquí mismo, 5 minutos. Vas a estar bien.
- Y, ¿no podría acompañarme alguien?…(silencio)… Tengo miedo.
Ahí me rompí. No pude sostener las lágrimas, que acompañadas de un tembleque en mis manos, denotaban un gran miedo y angustia.
El hombre comprendió. Me dijo que él no podía porque estaba trabajando. Que como aún faltaban 45 minutos para que llegara el FlixBus, podía quedarme ahí sentada con ellos y que iba a estar bien. Me dió algunos consejos y una palmadita en el hombro, en un intento de hacerme sentir acompañada.
Me saqué las mochilas, y la chaqueta, y me senté en aquel banquito a esperar.
Esperar que un milagro sucediera.
Mientras, lloraba. Me miraba las manos temblar, y seguía llorando.
A ratos me decía:
- Aisha, que no es para tanto. Que solo estás asustada, pero ahora estás a salvo, y a las muy malas pues no tomas el bus, te tomas un tren y a tomar por culo, ya luego mirarás cómo llegar a la frontera desde ahí. Estás siendo un poco exagerada…
A otros ratos, me abrazaba:
- Por qué me juzgo a mí misma? Tengo miedo, y lloro… es lo que hay. Estoy asustada y me importa una mierda si estoy exagerando. Ahora tengo miedo, y me permito llorar. Cuando me calme, ya buscaré opciones estratégicas con más claridad. Llora, Aisha, llora. Permítete sentir el miedo, claro que sí. Estoy aquí, te abrazo.
Me quedé ahí sentada, calmando cada vez más mi respiración, entretenida observando el movimiento de la gente: los que llegaban tarde corriendo, los que llegaban tarde y tampoco se apresuraban mucho, los que llevaban mucho equipaje, los que viajaban con su bici,…
En un momento, una chica joven mochilera se sentó al otro lado del banco donde yo estaba, y se puso a mirar el móvil.
“Tomará un tren que aún no ha llegado” -supuse.
Yo miraba el móvil todo el tiempo para controlar la hora, faltaban quince minutos… Y, mientras miraba el móvil, vi de soslayo como la chica se levantó y empezó a caminar en la dirección del FlixBus.
Me puse la chaqueta corriendo, me tiré cada mochila a un hombro, y caminé corriendo hacia ella..
- Hola! ¿vas en esa dirección?
- Sí, voy a tomar el FlixBus.
- Buah, yo también. ¿Puedo ir contigo?
- Claro! Yo también prefiero ir acompañada! ¿De dónde eres?
- De Barcelona, España… ¿y tú?
- De Israel.
Y ahí iniciamos el camino juntas. Compartimos nuestras vidas, nuestros planes, nuestros viajes… Me sentía como si estuviera viajando con una amiga!
Ella bajó en Los Ángeles y yo continué hasta San Diego.
Infinitamente agradecida a Hadar, por ser mi ángel guardián esa noche, y a la Vida, por demostrarme una vez más que puedo confiar, que no estoy sola, que el Universo me cuida.
Hace más de 3 años de esta historia y aún puedo ver en mi mente el semáforo parpadeando, y sentir en mi cuerpo la angustia de ese momento.
Hay momentos que activan nuestra parte más Humana, la del cerebro reptiliano que se encarga de custodiar nuestro cuerpo, para asegurar nuestra supervivencia.
Paréntesis: si te interesa saber más sobre cómo funciona tu cerebro y sus mecanismos, te invito a leer este post donde lo desarrollo con más profundidad.
Y esa activación no solo ocurre frente a una amenaza real, puede activarse cuando nos damos cuenta que no podremos pagar la mensualidad de nuestro hogar, cuando nuestra pareja nos dice que no quiere continuar con la relación o cuando hace 3 horas que nuestro hijo no contesta las llamadas.
Cuando nuestra parte Humana se siente amenazada, se activa el Sistema Nervioso Simpático (SNS): el de lucha, huida o paralización. Lo que conocemos comúnmente por “miedo”.
Y en momentos de alta activación y estrés, también se activa un mecanismo conocido como “visión en túnel”. Nuestra atención se ve alterada, teniendo como único foco la amenaza, y perdiendo todo registro de lo que sucede en la periferia.
Por eso puedo recordar el semáforo parpadeando y el hombre frente a mí, pero no recuerdo qué había en los alrededores de ese paso de zebra, lo recuerdo todo oscuro. En ese momento solo estábamos yo, el hombre, y el semáforo parpadeando. Eso es todo lo que podía percibir.
O por eso, cuando sabemos que no podremos pagar nuestra mensualidad, y se activa el SNS, no podemos pensar en otras cosas, nos cuesta ver posibilidades. Nuestros pensamientos giran en torno a la factura y la angustia. Todo lo demás, se desvanece, dejamos de ser conscientes de lo que hay más allá.
Este mecanismo nos permite concentrar toda nuestra atención en la fuente del peligro para hacerle frente, pero por otro lado también nos bloquea o cortocircuita otras capacidades cognitivas: como el pensamiento crítico, la toma de decisiones, el autocontrol, el discernimiento o la creatividad.
Por eso, cuando estamos bajo la activación del miedo, nos cuesta pensar con claridad, razonar, ser objetivas o llegar a resoluciones creativas. Nos bloqueamos.
TIP 1: Si no puedes pensar con claridad, respira.
En momentos de miedo, es natural que te cueste pensar con claridad. Para que se desactive tu SNS y puedas acceder a todas tus capacidades cognitivas, necesitas relajar antes tu sistema nervioso. Respirar lento y profundo es una manera de decirle a tu cuerpo “Estoy a salvo, puedes relajarte”. Respirar es la vía más directa para desactivar el SNS.
Cuando nuestro cuerpo percibe que estamos a salvo, se desactiva el SNS y se activa el Sistema Nervioso Parasimpático (SNP), que es su opuesto. Este sistema nos permite volver a un estado natural de tranquilidad, baja el ritmo cardíaco, segrega endorfinas (hormona del bienestar),… Cuando volvemos a sentirnos seguras y empezamos a relajarnos, el cuerpo necesita sacar afuera el exceso de energía que provocó la hiperactivación.
Por eso, cuando regresé a la estación de tren y volví a sentirme a salvo, emergió en mí el llanto y mis manos empezaron a temblar.
Ese llanto y ese tembleque no ocurre en el momento de la activación, porque ahí nuestro cuerpo sabe que necesita estar fuerte e hipervigilante para la lucha/huida. Ocurre siempre cuando no relajamos. Ahí emerge toda esa energía que ha quedado estancada en nuestro cuerpo.
Se ha observado que los animales que viven un momento de hiperactivación y estrés, por ejemplo, al ser perseguidos por un depredador, cuando están a salvo y se relajan, se tiran al suelo y sacuden todo su cuerpo para expulsar el exceso de energía que quedó en cada una de sus células. Y esto les permite autorregularse.
TIP 2: Si te cuesta soltar ese estado de hipervigilancia y activación, sacude tu cuerpo.
El cuerpo es sabio y, una vez estamos a salvo, induce al llanto o el temblor para sacudir ese exceso de energía. Pero a veces pasa que, inconscientemente, lo bloqueamos, no permitimos que el cuerpo se exprese. Por eso, si te está costando reducir tu nivel de activación, te invito a encontrar un espacio donde te sientas segura, y que sueltes ese exceso de energía a consciencia: saltando, sacudiendo los brazos, pegándole a un cojín, gritando, llorando,…
Provócate la catarsis. Un estado catártico es un estado de liberación emocional, y esto permite nuestra autorregulación para que no quede toda esa energía estancada en el cuerpo. A veces, el simple hecho de parar y reconocer que tenemos miedo, nos ayuda a conectar con ese estado de catarsis.
Cuando soltamos ese exceso de energía y salimos de ese estado de hiperactivación, esto nos permite ampliar nuestras capacidades cognitivas. Desde ese estado más calmado podemos pensar con más claridad y ampliar nuestro rango de percepción más allá de la fuente de peligro, tenemos la capacidad de relativizar y atender otros aspectos de nuestra realidad.
Por eso, cuando me senté en ese banquito de la estación, solté mis mochilas, lloré y temblé; eso me permitió ir relajándome hasta el punto de quedarme observando el movimiento de las otras personas en la estación, pudiendo así desconectar de esa situación estresante que acababa de vivir y atender a lo que estaba ocurriendo en mi realidad. Lo cual me permitió percatarme de que, esa chica que se había sentado a mi lado, se acababa de levantar para dirigirse en la misma dirección que yo necesitaba ir. Ese estado de relajación me permitió ver posibilidades de resolución que ocurrían a mi alrededor.
TIP 3: Si no ves posibilidades de resolución, cambia tu foco de atención
A veces estamos tan tan tan enfocadas en aquello que necesitamos resolver, que no podemos ver más allá y nos perdemos oportunidades que están ocurriendo en nuestra periferia. Esto está totalmente relacionado con el SAR (Sistema de Activación Reticular), del cual hablaré en profundidad próximamente. Este sistema es el que filtra la información que considera importante para que podamos percibirla (el resto de información, queda guardada en el subconsciente y no nos damos cuenta de que existe).
Permítete pensar en otras cosas, observa tu alrededor, conecta con otras personas, pon atención a otros aspectos de tu Vida (en lugar de atender y obsesionarte solo con aquello que temes), y verás como empiezas a percibir nuevas posibilidades de resolución que hasta ahora pasaban desapercibidas para ti. Ábrete a que la Vida te ayude de maneras que ahora ni imaginas.
Si no te sale de forma espontánea, entonces hazlo tú a voluntad, sácale atención al problema y ábrete a ver todo lo demás que está ocurriendo en tu Vida.
Y es que, en el momento en que nos relajamos y dejamos de atender solo a aquello que nos da miedo o nos estresa, en el momento en que dejamos de ver solo el problema, se abren nuevas posibilidades de resolución que ocurren en nuestra periferia.
Y esto, amora, no nos ocurre solo en momentos puntuales de máximo estrés y miedo, te he compartido la anécdota anterior porque es un ejemplo donde se ven muy claros los elementos. La realidad, es que esto nos ocurre en niveles más imperceptibles en nuestro día a día. Muchas veces nos movemos por la vida en modo supervivencia, desde ese estado de hiperactivación en el que lidera nuestra parte más Humana, y esto no nos permite ser resolutivas ni creativas con nuestra Vida.
Reconocer que estamos desde el miedo es el primer paso para empezar a autorregularnos y conectar con un estado de “estoy a salvo”, y respirar y permitirnos Vivir, con mayúscula, más allá de la supervivencia.
Paréntesis: Si te interesa ampliar información sobre cómo el miedo nos puede impedir vivir una Vida plena, te invito a leer este post.
Y si no sabes cómo gestionar tu miedo, cómo abrirte a ver nuevas posibilidades, como salir del modo supervivencia para Vivir una Vida más plena,… estoy aquí para ti.
También puedes unirte de forma gratuita al Club Metamorfas, un grupo de telegram para mujeres en proceso de transformación donde nos sostenemos entre todas.
Gracias, gracias, gracias.
Nos amo y nos quiero libres.
Aisha Seele ❤️🔥